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«El miedo que tienes —dijo don Quijote— te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas, porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son» (I, Cap. XVIII).

Si usted también tiene miedo a hablar en público, no se preocupe. No sólo es completamente normal, es incluso bueno. Desde muchos puntos de vista, el miedo, como veremos enseguida, es una herramienta clave que viene de serie en nuestra naturaleza para facilitarnos la supervivencia. Nos ayuda a evitar los peligros y a defendernos de ellos.
El problema reside en que, por falta de una formación adecuada, el miedo también suele convertirse en ese enemigo que describe Don Quijote, que “nubla los sentidos y hace que las cosas parezcan lo que no son”, y esto pasa con singular frecuencia, precisamente, cuando de lo que se trata es de hablar en público.
La inmensa mayoría de los que se acercan por primera vez al mundo de la Oratoria confiesan que este miedo es el principal obstáculo que encuentran. Por eso vamos a dedicar este hilo del blog a repasar algunas ideas básicas y muy sencillas que le ayudarán a vencer a este enemigo. Hoy presentamos la primera entrada de una serie de tres, en las que responderemos sucesivamente a las siguientes preguntas:
- ¿Qué es el miedo?
- ¿Qué peligros concretos hay detrás del miedo hablar en público?
- ¿Cómo superar el miedo a hablar en público?
* * *
1. ¿Qué es el miedo? El miedo es una emoción.
Seguimos al pie de la letra el consejo de Sun Tzu en El arte de la guerra: “Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo” [1], y en este caso además con ahorro de recursos, ya que conocer el miedo y conocerse uno mismo son dos tareas que, en muchos aspectos, son una y la misma.
Para hacerlo, comenzamos con la definición de emoción que da Paul Ekman en El rostro de las emociones:
“La emoción es un proceso, un tipo particular de valoración automática influida por nuestro pasado evolutivo y personal, en el que sentimos que está ocurriendo algo importante para nuestro bienestar, con lo que un conjunto de cambios fisiológicos y comportamientos emocionales comienza a encargarse de la situación.” [2]
Partiendo su definición, podemos subrayar lo siguientes rasgos de la emoción que iluminan para nosotros la naturaleza del miedo:
- La emoción es automática, instintiva. Los clásicos, con Aristóteles [3] a la cabeza, definían este fenómeno como pasión: algo que nos sucede, respecto de lo cual somos sujeto paciente, de modo que cuando tomamos conciencia de su presencia ya está actuando sobre nosotros.
- La emoción se manifiesta en tres dimensiones: fisiológica, subjetiva (sentimientos y pensamientos) y conductual o expresiva [4].
- La emoción aparece como un proceso (“un conjunto de cambios…comienza”), es decir, tiene lugar por fases (estímulo, respuesta fisiológica, vivencia subjetiva, expresión y comportamiento).
- La emoción tiene una funcionalidad, “se encarga de la situación”, que según Reeve, es además triple: función de adaptación al medio, función social y función motivaciones [5].
Si aplicamos este patrón a nuestro objeto, estamos en condiciones de establecer que el miedo es una respuesta adaptativa, gracias a la cual podemos salvar los peligros, que desencadena automáticamente mecanismos de alerta, defensa o huida. La naturaleza, en efecto, es más inteligente que nosotros y no permite que, ante un peligro, nos entretengamos en deliberaciones.
Así, cuando nos asalta un peligro, porque oímos un ruido brusco sobre nosotros, o porque nos enfrentamos a una posible agresión, por ejemplo, se produce automáticamente (1) una respuesta fisiológica de alerta (manos frías, aceleración de la respiración, sudor, tensión en la musculatura de brazos y piernas); acompañada de (2) una experiencia subjetiva más o menos explícita (pensamos: “algo va a caerme encima”, “me va a atacar de un momento a otro”,”); y finalmente, (3) se desencadena un comportamiento específico (nos quedamos paralizados, huimos a toda prisa, o nos agachamos cubriendo la cabeza con las manos para defenderla de lo que sea que pueda caernos encima, o bien, en el caso de la agresión, buscamos un objeto contundente con el que repeler el ataque).
El miedo, por consiguiente, no es necesariamente malo, es una dimensión esencial de nuestro modo de ser natural, con una triple finalidad muy concreta, gracias a la cual:
- Adaptarmos al medio con vistas a nuestra supervivencia.
- Adaptarmos socialmente.
- Ser fuente de motivación (energía) para emprender acciones de respuesta. [5]
A continuación, vamos a repasar (1) los elementos de la expresión facial del miedo y (2) las sensaciones que forman parte de nuestra reacción fisiológica automática, lo cual nos permitirá, además, finalizar esta entrada proponiendo un ejercicio.
(1) Elementos de la expresión facial del miedo:
- Elevación de los párpados superiores.
- Tensión de los párpados inferiores.
- Apertura de boca
- Caída de mandíbula.
- Estiramiento de labios hacia las orejas.
(2) Sensaciones y reacciones fisiológicas asociadas al miedo:
- Rostro y manos frías.
- Presión en el estómago.
- Respiración rápida y profunda.
- Sudoración.
- Temblor o tensión de piernas y brazos.
- Retroceso de rostro o cuerpo.
* * *
Hemos respondido a la primera pregunta (¿Qué es el miedo?) explicando, en primer lugar, qué es una emoción y, en segúndo lugar, cómo se manifiesta esta emoción concreta que es el miedo.
Ahora, para llevar a término este primer paso en su victoria sobre el miedo, le recomendamos un EJERCICIO muy sencillo que propone el experto en emociones y en lenguaje no verbal Paul Eckman, y que usted puede hacer en su casa:
Póngase delante del espejo, trate de reproducir la expresión facial del miedo y observe si su cuerpo replica algunas de las sensaciones y reacciones identificables que hemos enumerado.
* * *
EN LA PRÓXIMA ENTRADA DEL HILO abordaremos la segunda pregunta: ¿Qué peligros concretos hay detrás del miedo hablar en público?
Como adelanto, vamos a repasar una primera descripción del miedo a hablar en público, teniendo en cuenta lo que hemos aprendido hoy.
Cuando nos vemos frente a un público de doscientas personas para pronunciar una conferencia, el miedo nos puede asaltar de acuerdo con un patrón como el que sigue:
- Respuesta fisiológica: manos frías, sequedad de boca, aceleración de la respiración, sudoración, tensión en la musculatura de brazos y piernas.
- Experiencia subjetiva más o menos explícita: “no me podré acordar de todo”, “es un público muy exigente y hostil”, ”no he venido con el atuendo apropiado para el acto”).
- Comportamiento específico: se paraliza, se queda en blanco, huye como Michael Bay, o bien, como se ha hecho un silencio sepulcral, el público no pestañea y además le mira con frialdad, cuenta un chiste inapropiado que desencadena una reacción de rechazo en el auditorio.
Si algo de esto le sucede (paralización, huída, defensa inapropiada), el miedo habrá frustrado su propósito y habrá arruinando todo el esfuerzo invertido en la preparación.
Pero no se alarme, se puede evitar sucumbir a la misma distorsión de la realidad que en Don Quijote producía la locura, y le hacía ver enemigos terribles donde sólo había ovejas. En las próximas entradas, profundizaremos aún más en el conocimiento de este enemigo que es el miedo a hablar en público, y explicaremos una serie técnicas y trucos, sencillos y eficaces, que pronto harán que experimente lo que cuenta D. Carnegie [6] que le sucedía a Abraham Lincoln:
“Al principio era muy torpe y parecía costarle mucho trabajo hacerse a su auditorio… Cuando comenzaba sus discursos, la voz se le tornaba chillona, aguda y desagradable. Sus gestos, su porte, su rostro moreno, pálido, arrugado y enjuto, su postura estrafalaria, sus movimientos poco seguros…, todo parecía estar en su contra, pero sólo por muy breve tiempo. Enseguida adquiría serenidad, entusiasmo, celo y entonces comenzaba su verdadero discurso.”
Lincoln superó todos los obstáculos y se convirtió en el autor de uno de los discursos políticos más renombrados de la historia contemporánea, el discurso de Dedicatoria del Cementerio Nacional de los Soldados en la ciudad de Gettysburg.
No le quepa duda de que USTED TAMBIÉN TIENE AL ALCANCE LA MANO CONVERTIRSE EN UN GRAN ORADOR como él.
REFERENCIAS
[1] Sun Tzu, El arte de la guerra, Martinez Roca (1999).
[2] EKMAN, P.: El rostro de las emociones. RBA. (2013).
[3] ARISTOTELES: Ética a Nicómaco, 1105 b 21-23
[4] LANG, P. J.: Fear reduction and fear behavior: Problems in treating a construct. En J. U. H. Shilen (Ed.), Research in psychotherapy, (Vol. 3, pp. 90-102). Washington: American Psychological Association (1968).
[5] REEVE, J.: Motivación y Emoción. Madrid: McGraw-Hill (1994).
[6] CARNEGIE, D.: Cómo hablar bien en público. Edhasa (2013).